PERROS
QUE CURAN TRAUMAS
Cortesía de David
Goldman, AP
Un niño le explica
a un golden retriever algunos detalles de lo que ocurrió en su clase de la
escuela de Sandy, según sus padres, es más de lo que ha podido contarles a
ellos. Una niña que no ha hablado desde el tiroteo por fin se confía a su madre
después de acariciar a uno de estos perros. Cada vez más grupos de adolescentes
hablan sobre el miedo y la tristeza que sienten mientras acarician al mismo
perro.
Se trata de perros terapéuticos que han llegado a Newtown
(Connecticut, Estados Unidos) después de los terribles acontecimientos del 14
de diciembre que acabaron con la vida de 20 niños y 6 adultos.
Tim Hetzner, que dirige el equipo de «Comfort Dogs» de Lutheran
Church Charities (LCC), viajó a Newtown con nueve golden retrievers especialmente
entrenados y sus cuidadores voluntarios.
Han establecido su base en una iglesia luterana local y pasado
los últimos días visitando escuelas, iglesias, centros de ocio y casas
privadas. Únicamente van donde les han invitado y dejan que la gente se acerque
a los perros, en lugar de al revés, por si alguien les tiene miedo o es
alérgico.
Peludos consejeros
Según Hetzner, la respuesta ha sido muy positiva.
«Muchas veces los chicos hablan directamente con los perros, son
como sus consejeros. Saben escuchar y muestran un cariño incondicional, sin
juzgar ni criticar».
Estos perros también «consuelan» a víctimas de desastres
naturales, el más reciente el del Huracán Sandy, y a pacientes de clínicas y
hospitales. Hetzner explica que tuvo la idea después de ver cómo respondieron
los estudiantes a la terapia con perros tras el tiroteo de 2008 en la Northern
Illinois University. Ahora, además de los 15 perros que forman el equipo, el
grupo ha añadido otros 20 para que acudan a los colegios e iglesias que lo soliciten.
El principal trabajo de los cuidadores es asegurarse de que los
perros no se cansan, es decir, que duermen una siesta o juegan a la pelota cada
dos horas. Aunque muchos de ellos tienen experiencia como consejeros, «su
principal función es aprender a permanecer en silencio», afirma Hetzner.
«Creo que un error habitual en este tipo de crisis es sentirse
obligado a responder o dar consejos, cuando en realidad las personas afectadas
lo único que quieren es desahogarse».
El vínculo entre perros y humanos
¿Por qué al acariciar un perro nos sentimos mejor? «No es sólo
por lo adorables que son», dice Brian Hare, director del Centro de Cognición
Canina de la Universidad de Duke.
El vínculo entre humanos y caninos se remonta a miles de años.
Los perros descienden de los lobos, que sintieron atracción por el hombre desde
que éste se asentó y empezó a crear apetitosas cantidades de basura, por lo que
vivir cerca de humanos suponía una atractiva ventaja. Según Hare, puesto que
los lobos menos agresivos son los que obtenían mayores beneficios, con el
tiempo acabaron domesticándose.
Para Hare, otra característica que hace especiales a los perros
es que son una de las pocas especies que no da muestras de xenofobia, es decir,
odio hacia los extranjeros.
«Hemos investigado sobre el tema y hemos comprobado que no sólo
no son en absoluto xenófobos, sino que les gustan los extranjeros (lo que
llamamos xenofilia)», comenta Hare. «Por eso podría decirse que en algunos
aspectos los perros son ‘mejores’ que las personas. Nosotros no somos siempre
tan tolerantes».
Los humanos también obtienen beneficios al relacionarse con
perros. Acariciar uno puede hacer que disminuya el estrés, regula la
respiración y baja la presión sanguínea. Igualmente, investigaciones han
demostrado que libera oxitocina, una hormona relacionada con el cariño, tanto
en perros como en humanos.
¿Muestran empatía?
«En casos como el tiroteo de Newtown, tiene sentido que los
perros conforten a los humanos», señala la psicóloga Debbie Custance, de la
Universidad de Londres.
«Los perros son animales sociales que responden a nuestras
emociones con gran sensibilidad», añade.
Custance ha dirigido recientemente un estudio para descubrir si
los perros muestran empatía. Pidió voluntarios para fingir llanto o «hacer
ruidos extraños» para comprobar si los animales notaban la diferencia.
«La respuesta fue extraordinaria», afirma. Casi todos los perros
se acercaron a lamer o acariciar con el hocico a la persona que lloraba, fuera
o no un extraño, y apenas prestaron atención a los demás.
«Con esto no queremos afirmar de forma categórica que los perros
sienten empatía, pero puedo entender por qué la gente podría pensar que sí»,
reconoce Custance.
Otros animales también pueden servir para este tipo de terapia.
La organización Pet Partners tiene un registro de 11.000 equipos de cuidadores
voluntarios que visitan hospitales, colegios y víctimas de tragedias y
desastres naturales. Casi todos los equipos utilizan perros, pero también hay
caballos, gatos, conejos, cobayas e incluso animales de granja, como cerdos o
pollos.
Según Rachel Wright, directora del programa de terapia animal de
Pet Partners, la presencia de un animal puede hacer más fáciles las
conversaciones con consejeros o simplemente ayudar a las personas afectadas a
desahogarse. El grupo quiere desplegar próximamente varios equipos en Newtown,
para trabajar conjuntamente con organizaciones ya presentes en la comunidad.
Para algunos, la idea de mandar perros a ayudar a personas que
están sufriendo puede parecer simplista. Sin embargo, Custance afirma que la
simplicidad forma parte de la fuerza de la conexión entre animales y perros.
«Cuando las personas muestra afecto resulta más complicado,
porque requiere explicaciones y opiniones», añade. «Con los perros se trata de
una interacción sin complicaciones ni consecuencias. Si estás pasando por un
mal momento, se agradece mucho contar con algo así».
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