Un
experimento demuestra que estos animales saben manipular a los humanos para
conseguir comida.
La ciencia no deja de
aportar pruebas sobre lo inteligentes que son los perros. No vamos a decir que solo les
falte hablar, pero se ha demostrado que entienden
algunas de las cosas que les decimos, que interpretan nuestros
estados de ánimo, que exhiben cierta empatía… y que saben cómo engañarnos, al
menos cuando hay un buen bocado en juego.
En efecto, un
experimento dirigido por Marianne T. E. Heberlein, del departamento
de Biología Evolutiva de la Universidad de Zúrich, evidencia que Canis
familiaris (el perro
doméstico de toda la vida) sabe usar el llamado "engaño táctico" para
conseguir comida.
Los científicos llegaron
a tal conclusión tras someter a un grupo de perros de distintos sexos, razas y edades a pruebas en las que estos
interactuaban con tres humanos: su dueño , que siempre mostraba una
actitud cooperativa con el animal; y dos extraños a los que conocían poco antes
de los tests: uno (le llamaremos "el cooperador") que siempre le daba
al perro la comida oculta en un recipiente; y otro que siempre se guardaba el
alimento para sí y se convertía en un "competidor" a ojos del cánido.
Heberlein y sus colegas
explican así el experimento: "Los perros tenían la opción de llevar a uno
de los dos extraños a tres potenciales fuentes de comida: una caja que contenía
un alimento del gusto del animal; otra con uno que lo dejaba indiferente; y una
tercera siempre vacía. Después, el perro siempre tenía la posibilidad de
conducir a su dueño a uno de los lugares con comida. De esta forma, el animal se beneficiaría de
engañar a su competidor,porque
aprendía que luego había otra oportunidad de recibir su bocado favorito por
parte de su amo".
Los biólogos observaron que, cuando era el cooperador el que los acompañaba, los perros casi
siempre lo conducían a la caja donde se ocultaba su alimento predilecto. Cuando
era el competidor, los animales solían llevarlo al recipiente vacío, porque
sabían que, después, llegaría su dueño y les daría comida.
Los resultados
demuestran que estos perros distinguían a los
humanos cooperativos de los competidores, y que ajustaban su comportamiento en
función de esta diferencia. Eran capaces de aprovechar el "engaño
táctico" y utilizar
el disimulo de forma premeditada y
aprendida para conseguir sus objetivos.
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